Monseñor José Rico Pavés : «Para entrar con provecho en el misterio de la Navidad, la liturgia nos recuerda que debemos poner la mirada de fe en la Madre para aprender a recibir al Hijo».

     No es lo mismo conocer a Jesucristo que simplemente haber oído hablar de Él. En los tiempos que nos tocan vivir, muchos son los que dicen saber quién es Jesús de Nazaret, pero pocos son en realidad quienes le conocen. El reto de la nueva evangelización se refiere precisamente a esta situación: ¿cómo llevar la novedad del encuentro con Cristo a quienes ya han oído hablar de Él, pero no le conocen? No celebra la Navidad de igual manera quien conoce a Jesús y desea renovar siempre el encuentro con Él, que quien se limita a un recuerdo de hechos pasados para justificar unos días de fiesta inspirados en Él. Para que la Navidad sea de verdad encuentro nuevo con el Señor, hecho Niño en el portal de Belén, hemos de superar la inercia de quienes celebran un nacimiento pero no prestan atención al recién nacido. Necesitamos abrirnos entonces al verdadero conocimiento y no sólo al simple “saber de oídas”; a ello nos ayuda siempre la Palabra de Dios a fin de que –como afirma san Agustín- “oyendo, crean; creyendo, esperen; y esperando amen”. Las lecturas del cuarto Domingo de Adviento nos ayudarán a pasar del oír al amar.

     El profeta Isaías recuerda la promesa hecha al rey David: su reino durará por siempre. El rey pretendía construir una morada para albergar el arca del Señor, pero el Señor, a través del profeta Natán, le anuncia que es Él, el Señor, quien elige la dinastía de David como la morada que albergará el nacimiento del Salvador del mundo. En la relación con el Señor lo más importante no es lo que nosotros pretendemos hacer por Él, sino lo que nosotros dejamos que haga en nuestra propia vida. Para conocer al Señor hay que dejarse conocer por Él; para llegar a amarle, hay que dejarse amar por Él.

     San Pablo glorifica al Señor por el misterio de la salvación, escondido durante siglos y revelado ahora por Jesucristo. Sabe el apóstol que Cristo es el único Salvador de todos los hombres y que, para llegar a conocerlo, hay que acogerlo con corazón indiviso.

     A las puertas de la Navidad, vuelve a resonar el relato de la anunciación, del evangelista san Lucas, en el que hallamos cumplida la profecía de Isaías. El diálogo de la Virgen María con el arcángel Gabriel encierra el secreto del verdadero conocimiento del Señor: vida ordenada que permite reconocer la Palabra de Dios cuando se revela, coloquio sincero en el que se presentan sin dobleces las propias dificultades y acogida incondicional de la Voluntad del Señor.

     Para entrar con provecho en el misterio de la Navidad, la liturgia nos recuerda que debemos poner la mirada de fe en la Madre para aprender a recibir al Hijo. Descubrimos entonces que para vivir el encuentro renovado con el Hijo de Dios hecho Niño en Belén debemos hacer nuestra la actitud de María Santísima: Hágase en mí según tu palabra.

 

 + José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez