Monseñor José Rico Pavés : «La campaña anual del Domund ensancha el horizonte de nuestras alegrías y preocupaciones recordándonos que la Iglesia existe para evangelizar».
Para los católicos el mes de octubre es inseparablemente el mes del Rosario y el mes de las misiones. La campaña anual del Domund ensancha el horizonte de nuestras alegrías y preocupaciones recordándonos que la Iglesia existe para evangelizar. En un mundo dramáticamente herido por guerras y ultrajes diarios a la dignidad humana, necesitamos llevar a todos el bálsamo de la misericordia divina que brota del Corazón de Cristo. En el origen de toda guerra hay siempre un corazón herido que no se deja curar. Compartir el evangelio para que cada persona se encuentre de forma viva con Jesucristo, el Príncipe de la Paz, es fundamental para curar las heridas del corazón, vencer los conflictos y vivir en concordia. La tarea de los misioneros es más necesaria que nunca. Frente a la pretensión obstinada de quienes pretenden imponer una forma de vida como si Dios no existiera, necesitamos la audacia de quienes se dejan inflamar del Amor más grande y entregan su vida para mejorar la vida de los demás. Mejora su vida quien la orienta al Bien, se abre con asombro a la Belleza, permanece en la Verdad y crece en Comunión. Esta es la tarea de la Iglesia en el momento presente, como lo ha sido en el pasado y lo será en el futuro: evangelizar, evangelizar y evangelizar, para volver a poner a Dios en el centro y llevar así al ser humano a la plenitud que anhela.
En el evangelio de este Domingo de las Misiones Jesucristo desenmascara a quienes pretende acercarse a Él con intenciones torcidas disfrazadas de muestras de interés. Jesús reconoce siempre la hipocresía y la rechaza con firmeza, pero no pierde nunca la oportunidad de reconducir a la verdad a quienes andan entre mentiras. La pregunta que los fariseos hipócritas dirigen a Jesús sobre el pago de los impuestos es ocasión para una enseñanza luminosa: “pagad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Que nadie se escude en una piedad mal entendida, para no cumplir con las obligaciones nacidas de la convivencia pacífica en sociedad. El cristiano, precisamente porque reconoce con más claridad que en el orden temporal las relaciones humanas deben conducirse con justicia, contribuye mediante el ejercicio de las virtudes a la transformación de este mundo. Para tener el corazón en paz, también es necesario contribuir al orden en la sociedad.
Damos gracias a Dios por los misioneros que sostienen la esperanza en sus lugares de origen y de misión. Pedimos al Señor que los proteja y que ablande nuestro corazón, para que, con nuestra oración y ayuda, mantengan los corazones ardientes y los pies en el camino, llevando a todos la alegría del evangelio.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez