Monseñor José Rico Pavés : «Como la tierra se renueva con frutos nuevos cada primavera, así la Iglesia y sus hijos experimentan el efecto de la Pascua de Cristo con frutos nuevos de santidad».
La celebración de la Pascua coincide siempre con la primavera. En el calendario judío, que es un calendario lunar establecido a partir de los ciclos mensuales de las fases de la luna, el mes de Nisán es el primer mes del año. El libro del Éxodo recuerda que este mes, que marca el inicio de la primavera, será el primer mes de los meses del año. Así como en la primavera, los campos verdean y se renuevan los frutos de la tierra, así cada año nuevo trae renovación. Hasta el año 1582, la Iglesia Católica celebró el comienzo del año nuevo en la primavera, con la Pascua. Los textos de la liturgia pascual muestran el paralelismo entre lo que sucede en la creación y lo que pasa en la nueva creación pascual. Como la tierra se renueva con frutos nuevos cada primavera, así la Iglesia y sus hijos experimentan el efecto de la Pascua de Cristo con frutos nuevos de santidad. El encuentro renovado con Cristo Resucitado produce siempre frutos por estrenar.
Cuando llegamos con la Iglesia a la quinta semana del tiempo de Pascua, Jesús sale a nuestro encuentro y nos habla de la relación que mantiene con los suyos recurriendo a la imagen de la vid y los sarmientos. Jesús es la vid verdadera y el Padre es el labrador. Los sarmientos que no dan fruto son arrancados, y a los que dan fruto el Padre los poda para que den más fruto. En el recurso a esta imagen se abre paso la afirmación principal: el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Para que la Pascua produzca frutos se requiere comunión creciente con Cristo, es decir, escucha atenta de su palabra, participación en su vida a través de la liturgia y los sacramentos, ejercicio de amor a Dios y al prójimo como Él mismo nos ha amado, aprendizaje de su Corazón manso y humilde, y descanso en su regazo. La Pascua nos trae cada año la noticia siempre nueva de la Resurrección: llamada fuerte a renovar la fe, fortalecer la esperanza y encender la caridad. Sin Jesús nada somos ni podemos: sin el don de su palabra, de su vida comunicada, de su amor hasta el extremo y de su regazo ofrecido, no podemos nada. La savia que recorre la vid y da vida a los sarmientos, brota del costado traspasado del Redentor: sangre que limpia nuestros pecados, agua que sacia nuestra sed. Fruto de la Pascua es la reconciliación con Dios, con el prójimo, con uno mismo y con la creación. Sequedad dañina provoca el abandono de la oración yel egoísmo que pervierte el amor verdadero. Aceptemos la poda del Padre que corta lo impuro y pidamos permanecer siempre en Cristo y en sus palabras: con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante. Así seremos discípulos del Señor.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez