Este viernes 31 de mayo a las 12hrs Monseñor José Rico Pavés, Obispo de Asidonia-Jerez, presidirá la Eucaristía en el Santuario de san Juan Grande con motivo de la festividad del santo el próximo 3 de junio.

Tras vivir el pasado martes 28 de mayo la apertura en su fase diocesana de la beatificación y canonización del Siervo de Dios Hno. Adrián del Cerro, Monseñor José Rico Pavés visitará de nuevo a la Orden de San Juan de Dios. Esta vez, el pastor diocesano presidirá a las 12hrs la Eucaristía en el Santuario de San Juan Grande, con motivo de la festividad del patrón de la Diócesis, san Juan Grande.

Este será el momento oportuno para orar y encomendarnos al santo nacido en Carmona, pero fallecido en Jerez de la Frontera, tras una labor de santidad con los enfermos y más necesitados de la ciudad sede de la Diócesis.

San Juan Grande Román

Fuente : https://dbe.rah.es/biografias/21506/san-juan-grande-roman

Juan Grande Román, San. Juan Pecador. Carmona (Sevilla), 6.III.1546 – Jerez de la Frontera (Cádiz), 3.VI.1600. Religioso hospitalario de San Juan de Dios (OH), fundador del hospital de esta ciudad y copatrón de la diócesis de Jerez de la Frontera.

De la figura señera de san Juan Grande Román cabe destacar que surgió de la hospitalidad de Jerez de la Frontera y fue ferviente hijo de san Juan de Dios. Su vida es fiel ejemplo, vivido por los primeros hermanos de la fraternidad hospitalaria de Granada, de la escuela del fundador.

Juan Grande Román fue bautizado a los pocos días de nacer en la parroquia de San Pedro. Fueron sus padres Cristóbal Grande e Isabel Román, humilde matrimonio cristiano. Su padre, artesano de oficio, falleció cuando Juan Grande tenía once años. Recibió una esmerada educación cristiana en el seno familiar y desde los siete años como niño de coro en la misma parroquia de San Pedro donde había sido bautizado.

Completó su formación humana y profesional en Sevilla, aprendiendo el oficio de pañero o tejedor de telas. A los diecisiete años volvió a la ciudad natal, donde trabajó como autónomo, vendedor de telas, pero por poco tiempo, pues el mismo oficio lo hizo entrar en una profunda crisis espiritual.

Abandonó su familia y ciudad y se retiró a una ermita de Santa Olalla (Marchena). Se dedicó a la oración, buscando con ansia cuál era la voluntad de Dios sobre su vida. En 1565 se fue a Jerez de la Frontera y allí dejó su ropa de seglar y se vistió un hábito de jerga y adoptó el sobrenombre de Juan Pecador, con el que será siempre conocido. Inició una nueva experiencia atendiendo a ancianos pobres.

En Jerez de la Frontera, por consejo de un padre franciscano se dedicó a atender a los pobres de la Cárcel Real y a algunos enfermos convalecientes que acogía.

Tuvo una aparición de Cristo todo ensangrentado que le impresionó mucho y marcó su alma de buen samaritano. En una sala aneja a la capilla de la Virgen de los Remedios, en un pequeño hospital con ocho camas, los acogía y para ayudarlos, atenderlos y socorrerlos pedía limosna por la ciudad.

Poco a poco aumentaban las necesidades y determinó ampliar el local; ello le ocasionó disgustos con los cofrades de la Hermandad de la Virgen de los Remedios, que se lo impidieron. Era el año 1567. Mientras tanto, consiguió un nuevo local junto a la iglesia de San Sebastián (o Letrán), que le dejó dos enfermerías del hospital de San Sebastián y allí pudo organizar su hospital en mejores condiciones. Él seguía con la idea de crear y fundar un hospital nuevo, con avances tecnológicos, calidad en la asistencia y medicinas, con nuevos criterios y conceptos en la forma enfermerística de atender a los acogidos, con una mentalidad nueva.

El 11 de mayo de 1572 llegó a un acuerdo con la Hermandad de Letrán que le cedió unos terrenos, parte de su camposanto, para que pudiera edificar a sus expensas un nuevo hospital, Nuestra Señora de la Candelaria, y dirigirlo por sí mismo mientras viviera; luego la construcción quedaría a disposición de la hermandad. Comenzó trabajando en solitario, pero viendo su ejemplo pronto le llegaron refuerzos para tan humanitaria labor. Firmó el acuerdo con la hermandad y se dedicó a construir el hospital. Poco a poco fueron surgiendo las enfermerías, la cocina, la despensa, los patios y demás espacios del hospital.

Viendo tantos pobres a su alrededor, dedicó el hospital a los más necesitados, a los convalecientes, a los incurables. Su hospital estaba siempre abierto día y noche para todos, y a los que no recibían en otros hospitales de la ciudad por ser incurables, él, gustoso, los acogía para evitar el espectáculo del abandono de los mismos, que morían por las calles como perros o aparecían muertos en los portales.

Fue ampliando su hospital en diferentes etapas. El hospital se mantenía con una pequeña renta y en su mayoría de limosna.

La fraternidad hospitalaria fundada por san Juan de Dios, ha calado y trascendido por toda España. La caridad y hospitalidad que prodigan sus hermanos y continuadores en Granada y otros centros, es valorada y respetada en Madrid, Lucena, Córdoba. Recientemente había sido aprobada el 5 de septiembre de 1571 por san Pío V, por bula papal, como verdadera religión, lo que le daba carácter jurídico de congregación religiosa. Podían fundar otros hospitales y extenderse por todo el mundo.

Conoció la obra fundada por Juan de Dios en Granada y continuada por sus discípulos. La visitó y se unió a ella con su hospital en 1574, acogiéndose a las reglas y aplicando su hospital y forma de vida como lo hacía Juan de Dios. De su entrega ejemplar y testimonio derivó que se fueran uniendo varios compañeros y, en consecuencia también, que pudiera con el tiempo ir ampliando su campo de acción asistencial en otras ciudades. Hizo la profesión religiosa como verdadero hermano hospitalario de Juan de Dios, y vivió los consejos evangélicos de obediencia, pobreza, castidad y hospitalidad con ejemplar entrega diaria.

Tuvo parte activa e importante en la reducción de hospitales. El cardenal arzobispo de Sevilla le encargó que llevase a efecto esta tarea en la ciudad de Jerez.

Suponía esta reducción la desaparición de algunos hospitales y la permanencia de unos pocos, los cuales abarcaran todas las necesidades hospitalarias del lugar.

Se buscaba una mayor eficacia hospitalaria; pero la medida, al mismo tiempo, lesionaba otros intereses de no pocos, apegados a los hospitales no tanto para servir a los enfermos, cuanto como medio de beneficios personales y familiares. Se logró la reducción el 11 de febrero de 1593 y con ello se consiguió constituir y organizar en Jerez los tres hospitales. Esto exigió a Juan Pecador la ampliación de su hospital, con más camas, servicios y personal, y así poder atender cuantas necesidades se podían presentar.

Juan Grande, siguiendo los estatutos de Juan de Dios, ejercía en el hospital como superior de la comunidad religiosa y como maestro de novicios, de los que querían seguir la misma vocación. Era el hermano mayor, administrador y responsable máximo del mismo, velaba para que todo fuera hecho con orden, eficacia y caridad, compartiendo con los hermanos otras responsabilidades, e incluso tenía en el hospital un mayordomo, médicos, enfermeros y sirvientes.

Juan Pecador, se dedicó en cuerpo y alma a la tarea externa de buscar, cuidar y servir a los pobres y enfermos, a recorrer calles y pueblos buscando limosnas y a multiplicarse en multitud de obras de misericordia.

Su labor asistencial se extendía además a los soldados enfermos, a las mujeres prostitutas e incluso a los niños enfermos y pobres, como catequista.

Toda su vida exterior de trabajo estaba fundamentada en su vida de fe y de oración y era la clave de su espiritualidad; vivía dedicado plenamente a su comunidad y al Hospital.

En 1600 se presentó en Jerez una epidemia de peste, durante la cual Juan Pecador se prodigó con todas sus fuerzas y generosidad, y quedó contagiado. Cayó enfermo el 26 de mayo y murió el sábado 3 de junio de 1600 en su celda del Hospital de Nuestra Señora de la Candelaria, en Jerez de la Frontera.

Pronto comenzaron las señales de veneración, que fueron en aumento día a día, en su primitiva y humilde tumba. Tras un largo proceso, fue beatificado por Pío IX el domingo 13 de noviembre de 1853 y canonizado por Juan Pablo II el 2 de junio de 1996. Fue proclamado patrón de la diócesis de Jerez en 1980.