Palabra de Vida de Monseñor José Rico Pavés
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Monseñor José Rico Pavés : «¿Queremos experimentar la esperanza en la enfermedad y recuperar la alegría en el matrimonio y la familia? Acojamos sin condiciones el amor que brota del Corazón de Cristo y procuremos, con su gracia, amar a Dios y a nuestros hermanos como Él nos ama».
Como peregrinos de esperanza avanzamos con toda la Iglesia en la celebración del Jubileo del Año 2025. El 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes, ha comenzado la Campaña del Enfermo que se prolongará hasta el 5 de mayo en el tiempo pascual. El lema de este año recupera las palabras del apóstol san Pablo: En esperanza fuimos salvados (Rom 8, 24) y nos propone permanecer firmes en la tribulación. La propuesta siempre nueva de la Iglesia consiste en volver a descubrir la fuerza del amor de Dios para vivir la enfermedad con esperanza. Pero ¿es esto posible?
En nuestra Diócesis de Asidonia-Jerez vivimos, además, la semana de la familia, una oportunidad para volver a proclamar que, en Cristo, y solo en Él, está la salvación y el futuro de los matrimonios y de las familias. Vivimos tiempos de confusión que generan miedos que parecían ya superados: miedo al compromiso para siempre, miedo a acoger el don de la vida con nuevos hijos, miedo de los esposos a no poder superar los problemas, miedo pavoroso de los hijos a sufrir el desamor y división de los padres. Cuanto más presume la sociedad laicista de sus logros y seguridades, más numerosos y mayores son los miedos que esclavizan a nuestros contemporáneos. Es más necesario que nunca gritar al mundo que del Corazón de Cristo brota el bálsamo de la misericordia que todo lo cura. Pero ¿es esto posible?
Cuando llegamos con la Iglesia a la Semana Sexta del Tiempo Ordinario, Jesús mismo sale a nuestro paso y nos regala la comunión con Él a través de su Palabra, de la Eucaristía y de la fraternidad con los miembros de la Iglesia. En el evangelio proclamado este domingo tenemos la respuesta a los dos interrogantes sobre la enfermedad y la familia. El evangelista san Lucas nos presenta a Jesús proclamando las bienaventuranzas: la alegría es compatible con el sufrimiento, el rechazo y la adversidad. El relato del tercer evangelista es más breve que el de san Mateo y contiene tres acentos propios. En primer lugar, San Lucas presenta las bienaventuranzas después de la elección de los doce, realizada tras pasar Jesús la noche en oración. Este primer acento nos desvela un dato fundamental: para experimentar la alegría de los bienaventurados es necesario primero entrar en trato de comunión con Él. El discípulo se sabe sostenido por una relación de amor que es más fuerte que cualquier adversidad y permite vivir ya ahora, de forma anticipada, la alegría que nos aguarda en el Cielo. El segundo acento es también consolador: San Lucas presenta la proclamación de las bienaventuranzas después de afirmar que Jesús levantó los ojos hacia sus discípulos. La certeza de sabernos mirados, conocidos e infinitamente amados por Jesucristo sostiene siempre la esperanza. Ya lo había anunciado el profeta Isaías: mis elegidos no se cansarán en vano (Is 65, 23). Podemos esperar porque sabemos que el Señor nos espera. El tercer acento contiene una advertencia que no se puede obviar: San Lucas recoge, después de las bienaventuranzas, cuatro lamentos de Jesús dirigidos a los ricos, a los saciados, a los frívolos y a los que solo buscan el aplauso y reconocimiento de los demás. Los que ponen su confianza en este mundo y en los bienes materiales, y los que se desviven por engordar su orgullo y engreimiento, se cierran al amor infinito de Dios que permite vivir esperanzados.
¿Queremos experimentar la esperanza en la enfermedad y recuperar la alegría en el matrimonio y la familia? Acojamos sin condiciones el amor que brota del Corazón de Cristo y procuremos, con su gracia, amar a Dios y a nuestros hermanos como Él nos ama.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez