Palabbra de Vida de Monseñor Rico Pavés
Monseñor Rico Pavés: «La venida del Salvador ha de ser preparada en las tareas cotidianas, pues para compartir lo nuestro a diario se hace hombre el que es eterno».
Desatar sandalias no parece una tarea que requiera especial dignidad. Cuando preguntan a san Juan Bautista si él es el que tenía que venir, afirma sin ambages no ser el Mesías y reconoce ser indigno de desatar sus sandalias. El Salvador había sido anunciado como Esposo y el que proclama la inminencia de su venida forma parte de su cortejo. En el rito nupcial la tarea de desatar las sandalias del Esposo se encomienda a los amigos que ayudan al novio en los preparativos para la boda. Con su palabra y sus obras el Bautista preparaba el camino de Cristo Esposo reuniendo a las gentes que habrían de formar parte de la Iglesia Esposa. Para que los hijos de la Iglesia, y los que están llamados a serlo, puedan acoger con amor esponsal al Salvador es necesario que la voz de Juan el Bautista no caiga en el vacío.
Llegamos con la Iglesia al tercer Domingo de Adviento, llamado domingo gaudete, porque la liturgia de la Misa de este día comienza con las palabras de san Pablo: alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca (Flp 4, 4-5).El tiempo de Adviento, porque es escuela de esperanza, nos enseña el fundamento de la verdadera alegría. Para aprender esta lección fundamental para la vida la Iglesia nos propone el ejemplo sorprendente de San Juan Bautista, el último de los profetas. En su estilo de vida austero, en su modo de comportarse y en su respuesta a los que le plantean interrogantes descubrimos la alegría que brota de la esperanza.
Entonces, ¿qué hacemos? Refiere el evangelista san Lucas que, hasta en tres ocasiones, las gentes plantean esa pregunta al Bautista. Para cada uno hay una respuesta: el que tenga más, que comparta con quien tiene menos; el que administra los bienes públicos, que actúe con justicia; el que custodia la seguridad del pueblo, que no haga extorsión ni caiga en la codicia. Todos reciben el mismo bautismo de conversión; cada uno, sin embargo, debe extraer las consecuencias en su propia vida. La venida del Salvador ha de ser preparada en las tareas cotidianas, pues para compartir lo nuestro a diario se hace hombre el que es eterno. Quien desee recibir en el tiempo el amor eterno, debe preparar la venida de Cristo cada día liberando el corazón de egoísmos, actuando con rectitud y desinteresadamente. El secreto de la alegría esperanzada está en preparar con obras de conversión el encuentro renovado con Cristo.
La decidida actuación del Precursor, el vigor de su voz y el ejemplo elocuente de su vida ponen al pueblo en expectación: “¿será éste el Mesías?” El Bautista prepara el camino a quien puede más que él: su bautismo es signo, pero carece de realidad. Cuando llegue el Mesías dará al signo su significado: bautizará con Espíritu Santo y fuego. Con el fuego sereno de su amor, el Salvador librará al hombre de la esclavitud del pecado, arrancará de su vida la paja que ahoga el grano y, comunicando su mismo Espíritu, le hará partícipe de la vida divina.
¿Queremos de verdad experimentar la verdadera alegría? Abandonemos la vida frívola, las diversiones que dañan y nos dañan, dejemos de pensar egoístamente en el propio interés, busquemos el bien de los demás y cuidemos, como el mayor de todos los bienes, la comunión con Cristo, que se hace vida en el amor a Dios y al prójimo. Alegraos, el Señor está cerca.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez