Entrevistamos a uno de los seminaristas que este domingo 17 de diciembre a las 11hrs en la Santa Iglesia Catedral recibirá el ministerio del acolitado, de manos de Monseñor José Rico Pavés, Obispo de Asidonia-Jerez.
1. Este próximo domingo 17 de diciembre recibes el ministerio del acolitado, un paso más en tu vida en el Seminario Diocesano. ¿Cómo te sientes?
Me siento a la vez tranquilo e inquieto. Me tranquiliza saber que estoy en la voluntad de Dios y que Él es fiel. Al igual que nunca nos ha dejado en estos seis años de seminario ni durante toda nuestra vida, tampoco ahora el Señor va a contradecirse. Estamos en su voluntad. Sin embargo, cada vez que encaramos un nuevo ministerio en nuestra etapa de formación nos acercamos –evidentemente- al objetivo de la misma: al Sacramento del Orden en el grado de presbíteros. Y sí, eso da vértigo. Ilusiona, entusiasma, asusta… todo junto.
2. Todo este recorrido en el Seminario Diocesano, ¿qué ha supuesto para ti?. ¿Has sentido cómo Cristo va conformando tu corazón preparándolo para llegar a este momento?
Los cinco cursos completos que ya han pasado han supuesto mucha felicidad. Mi entrada en el seminario, recuerdo muy bien, un 23 de septiembre de 2018, fue un momento de mucho gozo y de un sentimiento que nunca antes había experimentado: estoy en mi sitio, pensé. Y así sigue siendo. Siento el seminario como mi casa, como mi hogar. Es un hogar privilegiado porque tiene un inquilino muy especial, Jesucristo. Me encanta bajar a la capilla y pasar un rato tranquilo a sus pies, estando con Él, simplemente. No es momento de una oración mental intensa, o de interceder, agradecer, alabar, reparar el Corazón de Cristo… sino de estar. Estar a solas con el que quiero que sea mi esposo. Dejar que esa íntima intimidad conforme, configure mi corazón con el suyo. Claro que lo siento, el Señor me regala ir saliendo de mí para estar cada vez más atento a los servicios concretos del seminario, de mi familia, atendiéndolos según mi disponibilidad… acrecentando el deseo de Él, el deseo de santidad… Y al final, enamorándome poco a poco desde las cosas del día a día: una charla, un estudio, un plan cambiado, los sacramentos… La gracia se derrama y transforma, desde luego. Cuando Jesús pasa, pasa algo.
3. Ya recibiste el ministerio del lectorado, la importancia de la lectura de la Palabra de Dios. ¿Cómo te has sentido ejerciéndolo?
Bien es cierto que siempre me ha gustado leer en misa las lecturas, habiendo recibido el ministerio del lectorado el curso pasado -ni más ni menos que el 25 de marzo, día de la Anunciación: hágase en mí según tu Palabra- el amor por la proclamación de la Palabra de Dios ha crecido. Está creciendo. También es cierto que el Señor me hace ver que aún me queda mucho por delante. No es sólo leer, eso lo hace cualquiera, sino que consiste en empaparte de la Palabra, dejarte hacer por ella, que ella transforme mi vida, la manera de vivir las cosas, de afrontar problemas, de dar consejos, de relacionarme con el mismo Dios, de desear hacer su voluntad siempre… La Palabra no vuelve a Dios vacía, sino que empapa la tierra y la hace germinar (cf. Is 55, 10-11). Haber recibido el ministerio del lectorado ya debe implicar, así se lo pido a Dios, ser la tierra buena donde la semilla de fruto abundante (cf. Mt 13, 8).
4. El 17 de diciembre recibirás el ministerio del acolitado. Con esta misión ayudarás a servir el altar a diáconos y sacerdotes. Qué bonito es servir el lugar donde Cristo se hace presente, ¿verdad?
Considero que es un auténtico privilegio poder acercarme de una forma más honda al servicio del altar. Pero como decía en referencia a la Palabra, cualquier monaguillo, en este caso, ayuda a preparar el altar, y su misión es fundamental e importantísima. Pero el ministerio refiere a algo mucho más profundo. La Iglesia, en previsión, en este caso, del Sacramento del orden en el grado de presbíteros que recibiremos un día, sigue confirmando en nosotros la fidelidad de Dios y de su llamada, sigue discerniendo que nuestra vocación es cierta. Eso conmueve. Servir el altar en la liturgia es servir al mismo Cristo que se hace por nosotros sacerdote, víctima y altar. Es su propio cuerpo y sangre ofrecidos por la salvación del mundo. Todo ministerio que recibimos es una configuración más honda con el corazón de Cristo Buen Pastor y con su ministerio: la caridad pastoral.
5. Por último, me gustaría que a pocos días de la celebración del acolitado mandes un mensaje a esos jóvenes y no tan jóvenes que están pensando en seguir la vocación del sacerdocio.
A ti, querido hermano en Cristo, tengas la edad que tengas y sea cual sea tu realidad actual, te digo: ¡Cristo cuenta contigo! Y tú, con su gracia. Es así, hemos sido creados para dar gloria y alabanza a Dios y, así, salvar nuestra alma (principio y fundamento de san Ignacio). Cristo cuenta contigo para llevar el Evangelio a otras personas y, si tú no te mueves, tal vez ellos nunca conozcan a su Salvador. Por eso te animo a que des un paso al frente en tu oración personal y le digas con María a Dios: Hágase en mí según tu Palabra (Lc 1, 38). Seguir a Cristo es la garantía de una vida feliz. Hay muchos caminos, pero desde luego, si Cristo quiere regalarte y ya te ha regalado –aunque aún no lo sepas- la vocación sacerdotal, siéntete el más feliz del mundo. El sacerdote (dice san Juan de Ávila) puede traer realmente a Jesucristo a la tierra, pero, no una sola vez como la Virgen María, sino cada vez que celebra la Eucaristía. ¿Habrá un honor más grande que este? El sacerdocio es un regalo y el Señor nos hace dignos de servirlo en su presencia. Por nada del mundo le des la espalda a Cristo. Él viene a tu vida a cada instante, ¿abrirás la puerta? Y recuerda siempre, querido hermano en Cristo, que Dios te ama. ¡No tengas miedo!