Monseñor José Rico Pavés : «La Palabra de Dios viene en nuestro auxilio y nos descubre el modo de enderezar la vida, superar los errores cometidos y mirar al futuro con esperanza».

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El poder de Dios se manifiesta especialmente en el perdón y en la misericordia. La oración central de la Liturgia de este Domingo se abre con esta afirmación sorprendente: perdón y misericordia no son expresión de debilidad, sino de poder. Si grande es el poder divino que se revela en la obra de la creación, mayor aún es el que se manifiesta a través del perdón. No es poderoso quien destruye, sino quien genera vida, la hace crecer o la devuelve a quien la ha perdido. Lo que a los ojos humanos muchas veces parece debilidad, resulta ser expresión del verdadero poder. El mismo Dios todopoderoso que crea todo por amor, es el que recrea con su misericordia. Cuando el amor se hace perdón, nace la misericordia. El pecado es siempre ofensa al Creador y daño de la criatura. La misericordia divina es derroche de amor que repara el daño de la culpa y manifiesta la grandeza de Dios. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que cambie de conducta y viva. 

     Cuando llegamos con la Iglesia a la celebración del Domingo vigésimo sexto del tiempo ordinario y celebramos el comienzo de un nuevo curso pastoral, la Palabra de Dios viene en nuestro auxilio y nos descubre el modo de enderezar la vida, superar los errores cometidos y mirar al futuro con esperanza. El perdón de Dios todo lo cura, su amor es siempre más fuerte que nuestras maldades, su misericordia es capaz de reconstruir lo que nuestro pecado destruyó. ¿Cómo abrirse a la misericordia divina? ¿Cómo empezar de nuevo desde el perdón del Señor? En una palabra encontramos la respuesta: “arrepentimiento”. 

     La misericordia mueve al arrepentimiento, lo sostiene y lo orienta al perdón. Al arrepentimiento no se llega por miedo al castigo sino cuando se descubre el amor perdido. Mueve al arrepentimiento quien manifiesta sin dobleces su amor y lo ofrece sin condiciones. Para sacarnos del pecado, Dios manifiesta la fuerza de su amor y nos ofrece el camino del arrepentimiento, de modo que volviéndonos a Él reconozcamos el daño de la culpa y nos dejemos levantar por su perdón reparador.

     Jesucristo en el evangelio nos anuncia, en fin, que siempre estamos a tiempo de rectificar, de acoger su perdón y de enderezar la vida. Quien se crea seguro y considere que no necesita recapacitar y rectificar en su vida, perderá la oportunidad de acoger la misericordia y caerá en la desesperanza. El Señor nos conceda siempre la gracia del arrepentimiento para permanecer abiertos a su amor.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez