Monseñor José Rico Pavés : «la necesidad de vernos como hermanos, la disponibilidad inaplazable a perdonar siempre, la conciencia humilde de la gravedad del propio pecado, la experiencia de haber sido perdonados y el reconocimiento de la desproporción que existe entre el perdón que el Señor me regala y el que yo debo practicar con mis semejantes».

PINCHA AQUÍ PARA ESCUCAHR LAS PALABRAS DE MONS. RICO PAVÉS

Es innegable que el Señor viene en nuestro auxilio y nos dirige en cada momento la palabra que necesitamos escuchar. A nosotros nos toca “prestar oído”. Eso es literalmente lo que significa la palabra latina obaudire, de la que procede nuestro verbo obedecer. La fe implica obediencia en cuanto requiere de nuestra parte prestar oído a la palabra de Dios. Una fe viva y despierta se reconoce en la capacidad de escucha. Reaccionar con fe a los acontecimientos cotidianos de la vida es posible para quien sabe proyectar sobre ellos la luz de la palabra de Dios y, a la vez, sabe escuchar en ellos esta misma palabra.

     La liturgia nos regala siempre la posibilidad única y admirable de acoger la palabra de Dios como palabra viva, para desde ella orientar nuestros pasos en el camino de la vida. Así, cuando nos disponemos a comenzar un nuevo curso pastoral, sin ser ajenos a las angustias y alegrías del mundo que nos toca vivir, la palabra de Dios nos llama a llevar a la práctica una acción constitutiva de la vida cristiana: el perdón. A la pregunta de los discípulos: “¿cuántas veces tengo que perdonar al hermano que me ofende?”, Jesús responde de forma clara y directa: “no solo siete veces, sino setenta veces siete”, es decir, siempre.

     El mismo Jesucristo explica el alcance de su respuesta exponiendo la parábola del rey que ajustó cuentas con sus criados. A uno de ellos le perdonó una deuda inmensa, pero ese, que había sido perdonado, fue incapaz de perdonar a quien tenía con él una deuda miserable. Quien así actuó recibió el reproche máximo del rey, por no haber sido compasivo con su hermano cuando él mismo había recibido la mayor compasión. La conclusión del Señor es clara: «Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

     De este pasaje evangélico, extraemos lecciones de vida, que son regalo de la providencia cuando preparamos el inicio de un nuevo curso: ante todo, la necesidad de vernos como hermanos, la disponibilidad inaplazable a perdonar siempre, la conciencia humilde de la gravedad del propio pecado, la experiencia de haber sido perdonados y el reconocimiento de la desproporción que existe entre el perdón que el Señor me regala y el que yo debo practicar con mis semejantes.

     Habiendo celebrado la Exaltación de la Santa Cruz, descubrimos hasta qué punto el Señor nos ama. Aprendamos en la escuela del Corazón de Cristo, traspasado por nuestros pecados, a perdonar de corazón a nuestros hermanos.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez