Palabras de Vida de Monseñor José Rico Pavés
Monseñor Rico Pavés: «Para vencer la dureza del corazón que ciega el entendimiento y pervierte los afectos, Jesucristo nos sorprende proponiéndonos el ejemplo de los más pequeños».
Pocas enseñanzas de la Iglesia son tan contestadas en el momento presente como la referida a la verdad del matrimonio. Sin duda, unos de los signos más dolorosos del daño que la mundanidad hace a la conciencia de los católicos es la aceptación de planteamientos que están destruyendo a las familias y quebrando interiormente a tantos hombres y mujeres. Es aterrador comprobar cómo, entre muchas personas que se dicen católicas, se niega la indisolubilidad del matrimonio o se llama matrimonio a uniones que nunca podrán serlo. Cuando leemos los evangelios, vemos que, en realidad, no estamos tan lejos de los contemporáneos de Cristo, a los que reprochó ser duros de corazón.
A través de la Liturgia nos llega la palabra de vida que el Señor nos regala para vencer la dureza del corazón, corregir la mirada y reconocer el sendero que nos lleva a restaurar lo que nuestro pecado daña. Cuando llegamos con la Iglesia a la vigésimo séptima semana del Tiempo Ordinario, Jesucristo sale a nuestro encuentro y nos recuerda la grandeza del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, en la diferencia y complementariedad del varón y la mujer, y el carácter indisoluble de su unión esponsal: por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne (Gén 2, 24). De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (Mc 10, 7-9).
Los autores de la antigüedad cristiana enseñaban que se adultera el evangelio cuando de él seleccionamos unas cosas omitiendo otras. El amor de Cristo, que cura las heridas del corazón, se recibe acogiendo su palabra plena, no seleccionada. Nos engañamos y engañamos a los demás cuando no recibimos de forma completa la palabra de Cristo, negamos la diferencia y complementariedad del varón y la mujer, y ocultamos la verdad natural del matrimonio. Para vencer la dureza del corazón que ciega el entendimiento y pervierte los afectos, Jesucristo nos sorprende proponiéndonos el ejemplo de los más pequeños: En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él (Mc 10, 15).
Acudamos a la Virgen María en su advocación del Rosario: pidamos a su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, que nos conceda un corazón puro como el de Ella, para acoger su palabra sin recortes, y podamos con valentía y sencillez proclamar y defender la verdad del matrimonio y de la familia, custodiando la dignidad infinita de toda vida humana, desde su concepción hasta su último aliento natural.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez