PALABRA DE VIDA. Monseñor José Rico Pavés : «¡Benditas llagas gloriosas que curan las heridas del corazón!»

PALABRA DE VIDA. Monseñor José Rico Pavés : «¡Benditas llagas gloriosas que curan las heridas del corazón!»


25 abril, 2022

No faltó razón a San Juan Pablo II cuando declaró el segundo domingo de Pascua, «domingo de la Divina Misericordia». A través de la liturgia pascual somos llevados al encuentro con Jesús resucitado, quien nos muestra las llagas de las manos y del costado. A los que hemos recibido la alegría de creer sin haber visto, las llagas del Resucitado nos permiten vencer el miedo, alcanzar la paz y el perdón, superar las dudas y confesar a Jesús como Señor. Son las llagas de la divina misericordia.

     Como si de un solo día se tratara, la Iglesia revive durante la octava de Pascua el encuentro con Jesucristo resucitado acontecido en el primer día del nuevo inicio. El evangelio del segundo domingo de Pascua nos lleva al final de aquel día y traza el nuevo ritmo del tiempo hasta que el Señor vuelva. Si la primera creación se cerró el día séptimo, la nueva comienza el octavo. El domingo es memoria del tiempo renovado, prenda de eternidad, momento agraciado para saberse acompañado de Quien vive para siempre. En la carne resucitada del Verbo, todo empieza a ser renovado. Y en esta carne permanecen las llagas de las manos, de los pies y del costado. 

     A pesar del anuncio de las mujeres, de la constatación del sepulcro vacío y de los primeros encuentros con el Resucitado, los discípulos no consiguen vencer el miedo y se quedan en casa con las puertas cerradas. Jesús entonces se deja ver; su cuerpo resucitado no está sujeto a los límites del espacio; se muestra donde quiere y a quien quiere; ha derrotado para siempre al pecado y a la muerte. El saludo que anuncia su presencia trae la paz, vencedora de miedos y cerrazones. Y en seguida muestra las manos y el costado. En las llagas está la marca de la pasión soportada, que ahora se muestra como prueba de la victoria alcanzada. «Los clavos habían taladrado las manos, la lanza había abierto el costado -afirma san Agustín de Hipona- y las heridas se conservaban para curar el corazón de los que dudaran». ¡Benditas llagas gloriosas que curan las heridas del corazón! ¡Feliz domingo de la Divina Misericordia!

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

ASIDONIA

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