ALOCUCIÓN DE D. FEDERICO MANTARAS EN LA EUCARISTÍA DE TOMA DE POSESIÓN


30 julio, 2021

Estimado don José,

Como Administrador Diocesano he tenido la misión de gobernar esta Diócesis de Asidonia-Jerez desde el pasado mes de octubre. Antes de nada quisiera dar gracias a Dios porque en este tiempo nos ha cuidado y protegido para que pudiéramos llegar a este día y dejar en sus manos esta Diócesis joven y viva.

Nuestra diócesis, aunque joven en edad, cuenta con una larga historia de santidad: en nuestra ciudad predicó san Juan de Ávila, quien fundó el 1541, en la calle san Cristóbal, el Colegio de la Santa Cruz para procurar que todos los sacerdotes tuvieran una buena formación y una vida ejemplar. Muy cerca de aquel colegio, en la alameda Cristina, murió el año 1600 nuestro patrón San Juan Grande, después de una vida de caridad y entrega a los más pobres como miembro de la orden de san Juan de Dios, vivió sus últimos momentos como nuestro Redentor, sólo y abrazado a la cruz. Jerez es también tierra de mártires: en el barrio de san Miguel nació y creció el beato José Ignacio Gordon quien, como religioso claretiano, entregó su vida al estilo de Cristo, perdonando a aquellos que lo fusilaban. Del mismo barrio fue el beato mártir Manuel Giménez Salado. Destacamos también a dos beatos capuchinos: en el litoral, al mártir fray Gil de El Puerto de Santa María y en la Sierra al fray Diego José de Cádiz, que después de pasar su infancia y juventud en Ubrique, predicó incansablemente por toda la provincia. Destacar por último la presencia de santa Ángela de la Cruz que fundó en Sanlúcar de Barrameda en el año 1909.

Nuestra historia más reciente comienza el año 1980 cuando san Juan Pablo II funda nuestra Diócesis, desgajándola de la sede metropolitana de Sevilla. Durante algunos años, antes de su creación, Jerez ya contaba con Obispos auxiliares de Sevilla residentes en la ciudad que gobernaban la diócesis con cierta autonomía. Monseñor Cirarda, monseñor del Val Gallo, y monseñor Bellido Caro asumieron este papel. Una vez creada la diócesis, a don Rafael Bellido, nuestro primer Obispo, le tocó poner sus cimientos y pastorear un rebaño que ya tenía idiosincrasia propia. Posteriormente, a don Juan del Río le tocó afianzar las distintas estructuras diocesanas. Entre otras cosas: trajo el seminario a la ciudad, fundó el Instituto de Ciencias Religiosas y trasladó el obispado a la nueva sede de Bertemati. Por su parte, don José Mazuelos quiso ser “punta de lanza” animando a sacerdotes, consagrados y laicos para que se incorporaran al tren de la nueva evangelización.

Don José, desde hoy comienza a gobernar una diócesis de tamaño medio y de variada geografía: sierra, campiña y litoral. Tenemos un clero que en los últimos años ha hecho, de manera discreta y constante, un importante relevo generacional. Es de justicia tener ahora un recuerdo agradecido para aquellos sacerdotes venerables, entregados y fieles que fueron un referente presbiteral para todos. También tenemos un seminario que, después de duros años de siembra, empieza a recoger abundantes frutos vocacionales. Contamos con la ayuda importante del Diaconado Permanente; y con una variada vida religiosa, contemplativa y activa, que sostiene la Diócesis con la oración y el trabajo oculto cotidiano. Nuestras Delegaciones Diocesanas, también con su labor discreta de cada día, realizan una tarea ingente que sólo Dios sabe recompensar. El trabajo con jóvenes y adolescentes ha sido admirable en los últimos tiempos, hemos sacado mucho partido a la Casa de Nazaret donde se han podido hacer encuentros, campamentos y retiros, y, de este modo, alentados por nuestro anterior Obispo, un grupo de sacerdotes, seminaristas, laicos y alguna consagrada, han podido sembrar la semilla del Evangelio en el corazón de muchos jóvenes. 

Contamos con la pujanza de nuestras hermandades, verdadero dique de contención del laicismo, y artífices de una gran Semana Santa que nos permite vivir con hondura en cada uno de nuestros pueblos y ciudades la pasión, muerte y resurrección de nuestro Salvador.

Don José, el Señor ha suscitado en nuestra Iglesia local movimientos y nuevas realidades eclesiales llenas de vida, capaces de acoger los diversos carismas del Espíritu Santo para contagiar el fuego del amor de Dios al hombre de hoy. Por otra parte, contamos con la gran labor caritativa de Cáritas, del Hogar san Juan, del comedor de El Salvador y de tantas y tantas parroquias, conventos, casas religiosas, comunidades, cofradías, asociaciones… que de manera callada atienden a Cristo presente en los más pobres.

Querido don José, a pesar de todo lo que se ha trabajado, “la mies es mucha y los obreros son pocos”. Queda mucho por hacer, por eso hemos de seguir pidiendo al Padre que envíe trabajadores a su viña para que no haya nadie que quede sin conocer la belleza del amor de Dios. Contamos con la intercesión de nuestra madre, María Inmaculada, patrona de nuestra Diócesis, en sus manos ponemos esta nueva etapa apasionante que ahora comienza.

ASIDONIA

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