LA COMPAÑÍA DE LAS HERMANAS DE LA CRUZ PRESENTES EN LA DIÓCESIS
5 noviembre, 2020
El 5 de noviembre se celebra la onomástica de Santa Angela de la Cruz, fundadora de la Compañía de las Hermanas de la Cruz cuya labor esta presente en nuestra Diócesis desde el año 1947. Jerez de la Frontera y Sanlúcar de Barrameda son los municipios de la Diócesis que cuentan con estas hermanas cuya labor es servir a los pobres.
Entregada a los enfermos y a los más débiles, estas hermanas ayudan a llevar la cruz de los que más sufren, y aún más en los tiempos que corren donde el mundo atraviesa una pandemia. «Esta enfermedad es la cruz del mundo y nosotras somos las Hermanas de la Cruz» con esta frase las hermanas presentes en el Convento de la Compañía de las Hermanas De la Cruz de Sevilla dejan claro que su labor debe seguir porque los más necesitados siguen sufriendo.
Las Hermanas de la Cruz de Jerez en este día nos dan un mensaje de esperanza durante este tiempo «Dios estará con nosotros hasta el final de los tiempos, aunque esta pandemia este asolando el mundo debemos saber que Él no nos abandona». Destacando que «Debemos darnos cuenta que en cada uno de nuestros hermanos esta Cristo, y por ello debemos entregarnos a nuestros hermanos para ser felices».
Historia de la Fundación de la Compañía de las Hermanas de la Cruz
(Información de web hermanasdelacurz.org)
En 1875, año en el que se funda esta Compañía, Sor Ángela se centra en este proyecto. Sus primeras compañeras de viaje fueron Josefa de la Peña, que solía acompañar a Ángela en las visitas a los pobres, Juana María de Castro (la futura hermana Sacramento) y Juana Magadón, que aportan mucha ilusión, trabajo abnegado y los pocos bienes de los que disponen para la Compañía de la Cruz en ciernes. El padre Torres le confiere a Ángela el título de Hermana Mayor, título al que renuncia y transfiere a la Virgen María. Alquilan una pequeña habitación en la calle San Luis número 13, donde se instalan e inician la andadura como comunidad.
El 2 de agosto de 1875 las cuatro primeras hermanas de la Cruz, tras oír misa en Santa Paula y comulgar con el padre Torres, comienzan su primera jornada. Van pobremente vestidas, en parejas, en silencio, como será la norma desde ese momento. Visitan a los pobres para llevarles unos pequeños obsequios. Están celebrando una pequeña fiesta inaugural de la Compañía. Esa misma noche, cuando llegan a la habitación de la calle San Luis, la despensa está vacía. Así, ayunando, y dándole gracias a Dios por su primer día, duermen radiantes de felicidad en unas humildes esterillas.
En los meses siguientes apenas recogen dinero para subsistir y seguir ayudando a los pobres y enfermos. Tras muchas gestiones y la ayuda, entre otros, del hoy beato don Marcelo Espínola, que sería obispo de Coria y cardenal arzobispo de Sevilla más tarde, se trasladan a una pequeña casita en la calle Hombre de Piedra número 8. Con más espacio que en la primitiva ubicación, las hermanas asientan la infraestructura imprescindible para consolidar su obra. En Navidad, por disposición del cardenal Lastra, las hermanas comienzan a vestir el hábito sencillo ideado por Sor Ángela, signo de su consagración a la causa de los pobres: bayeta parda, con escapulario, cordón franciscano, toca blanca y alpargatas de estameña.
No sería hasta el año 1904 cuando la Santa Sede aprobaría su Instituto Religioso y en 1908 aprobaron las reglas.
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