PALABRA DE VIDA. Monseñor José Rico Pavés : «La felicidad del año que se estrena pasa por dejarnos salvar por Jesús invocando su Nombre, pasa por vivir cada día en mayor entrega filial a María, pasa por custodiar a Jesús, al estilo de María y José, y ser así para nuestro mundo constructores de paz»

PALABRA DE VIDA. Monseñor José Rico Pavés : «La felicidad del año que se estrena pasa por dejarnos salvar por Jesús invocando su Nombre, pasa por vivir cada día en mayor entrega filial a María, pasa por custodiar a Jesús, al estilo de María y José, y ser así para nuestro mundo constructores de paz»


6 enero, 2023

La vivencia fecunda de la Navidad pasa siempre por imitar a la Virgen María. La Octava de la Natividad del Señor se completa con la Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Si Jesús, el Hijo de Dios, ha nacido de mujer, María puede ser declarada en verdad Madre de Dios y no solo Madre del hombre Jesús. No decimos con ello que la Virgen, siendo criatura humana, haya engendrado la divinidad de Jesucristo, sino que confesamos la unidad inseparable de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Y, en virtud de esa unidad, confesamos que la Virgen María es Madre de Dios. María es la Madre, según la carne, de Jesús, el Hijo de Dios, Dios como el Padre. Por eso, para mantener la verdad de la encarnación, confesamos la maternidad divina de María. Intercambio admirable: el Hijo de Dios se hace hombre para que el hombre llegue a ser hijo de Dios. Misterio insondable de la condescendencia divina: para darnos lo suyo asume lo nuestro, es decir, para hacernos partícipes de su vida divina, el Hijo de Dios asume nuestra condición humana, desde la concepción en las entrañas maternas hasta la muerte, y así nos hace partícipes de la victoria de la resurrección. La verdad sobre María ilumina la verdad sobre Jesús. Y la verdad de Jesús nos desvela la verdad de María y de toda la humanidad. La Iglesia estrena el año natural invitándonos a poner la mirada en María Santísima, para que acojamos con Ella al Salvador. 

​En la liturgia del primer día del año convergen tres motivaciones para conducirnos a través del tiempo sin olvidarnos de nuestra meta en la eternidad. Pido al Señor que nos bendiga con el don de la paz, acudimos a la protección de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, y ponemos en nuestros labios la invocación del nombre de Jesús. La felicidad del año que se estrena pasa por dejarnos salvar por Jesús invocando su Nombre, pasa por vivir cada día en mayor entrega filial a María, pasa por custodiar a Jesús, al estilo de María y José, y ser así para nuestro mundo constructores de paz.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

ASIDONIA

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