PALABRA DE VIDA. Monseñor Rico Pavés : «Necesitamos encontrarnos con Jesucristo para llegar a ver como Él»
17 marzo, 2023
La conversión es disposición para recuperar la alegría perdida. Al llegar al cuarto Domingo de Cuaresma un grito de júbilo se abre paso en la Liturgia: Festejad a Jerusalén, gozad con ella, alegraos de su alegría (Is 66, 10). La sobriedad del camino cuaresmal está sostenida por la promesa de una alegría que se puede ya experimentar de forma anticipada. El salmo penitencial por excelencia recoge el lamento por el gozo malgastado y clama al único que puede vencer la tristeza: Hazme oír el gozo y la alegría (Sal 50, 10). La alegría puede ser oída: llega con la Buena Nueva, se transmite con la Palabra, se acoge con la fe, se experimenta en el corazón, se construye con el amor de las obras y se expresa en el rostro del ungido. Devuélveme la alegría de tu salvación (Sal 50, 14), es la petición del salmista que estamos llamados a hacer nuestra en el tiempo cuaresmal. El pecado afea la vida humana deformando la imagen bella de Dios en el hombre. Privado de belleza, el corazón humano cae en una tristeza de la que por sí mismo no puede escapar. Sabia es la Iglesia cuando en la travesía de la Cuaresma nos regala un domingo de alegría.
Providencialmente, este año el Domingo de la alegría abre las puertas al Día del Seminario que se celebra en la Solemnidad de San José. Con el lema “levántate y ponte en camino” se nos invita a pedir por las vocaciones sacerdotales, conscientes de que los sacerdotes están llamados a ser “servidores de la verdadera alegría” de los fieles.
Las lecturas de este Domingo nos presentan el fundamento de la alegría cristiana recurriendo al lenguaje de la visión y de la luz. El evangelio nos ofrece la curación del ciego de nacimiento, milagro que permite al mismo tiempo desenmascarar las intenciones torcidas de los enemigos del Señor y revelar el poder de Cristo como luz del mundo. El relato evangélico comienza con una revelación sorprendente: la enfermedad no es un castigo divino provocado por el pecado, sino ocasión preciosa para que se manifiesten las maravillas de Dios. Encontrar luz en la enfermedad y en el sufrimiento es posible para quien acoge la palabra de Cristo y reconoce la compañía cercana del Señor en la tribulación. Jesucristo, en efecto, se ha hecho nuestro compañero de camino para que podamos vivir todo, incluso el sufrimiento, desde la esperanza que Él nos trae. El encuentro del ciego con Jesús no sólo le devolvió la vista, sino que le abrió al don de la fe. Necesitamos encontrarnos con Jesucristo para llegar a ver como Él.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez
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